! Que bella es la vida !

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Año 2000 en su casa de Paris

samedi 20 décembre 2008

L'internement des républicains espagnols au Camp du Vernet

Maëlle Maugendre.
DE L'EXODE Á L'EXIL.
L'internement des républicains espagnols au Camp du Vernet d'Ariège, de février à septembre 1939. Paris. SUDEL. 2008. 173p.
Ce mémoire de Master 2, soutenu en 2007 à l'Université Michel de Montaigne - Bordeaux 3, a été couronné par le prix Jean Maitron destiné à récompenser un(e) étudiant(e) en sciences humaines et sociales pour la qualité de son travail de recherche.
Merci de bien vouloir faire circuler l'information de la parution de cette excellente étude sur le camp de concentration du Vernet.
Je ne vous connais pas mais merci pour nous tous d'avoir contribué a la récupération de notre Mémoire et Identité Historique
La sonieta

Pour telecharger
http://www.unsa-education.org/telechargement/cha/RechercheMaugendre.pdf

dimanche 14 décembre 2008

Nationalité espagnole pour les descendants des l'exilés

Forum consacré au thème de la nationalité espagnole pour les descendants des exilés

Nous venons de mettre en place un forum consacré au thème de la nationalité espagnole pour les descendants des exilés :

http://exiliados.org/foro/index.php?board=1.0


D'ores et déjà nous avons mis en place quelques dossiers, en français et en espagnol.
Les dispositions de la Ley de Memoria concernant la nationalité entreront en vigueur à la fin du mois. Il est prévisible que beaucoup de descendants de l'Exil républicain se poseront des questions à ce sujet. D'où la mise en œuvre de ce forum.
Fabien Via: Asociacion de descendientes del exilio

mercredi 10 décembre 2008

Placa homenaje à Antonio Soriano


Gracias
En nombre de la familia Soriano desearía dar las gracias al Señor Embajador por recordar con esta placa la memoria y la labor de un hombre que decía: “Yo estoy aquí labrando por España desde que pasé la frontera. España es mi Patria porque es mi cultura, porque es mi vocación.” y que entendía la cultura como sinónimo de libertad.

También y con mucho cariño queremos dar las gracias a todas las personas que están, o que hubiesen querido estar y que con su presencia perpetúan lo que yo llamo ya, “el espíritu Soriano”, sin olvidar a los hispanistas franceses, de quien decía:

“Para mí, mi Patria ha sido también esta gente, porque se interesaban por lo que era, para mí, lo fundamental de nuestra manera de ser, la cultura”

Y Para terminar a los que ya por desgracia no pueden estar con nosotros, exilados como el, que han dado su vida, su sabiduría y su experiencia para que nosotros podamos vivir en una España mejor

A todos, gracias, porque a la vez que se reconoce la labor de uno se reconoce la de todos ellos.

Sonia Soriano

La placa esta en la puerta del edificio del 72 rue de Seine Paris 75006

Mas adelante vendrán mas fotos
Leer articulos acerca del acto
Via El Pais: Articulo de Manuel RODRÍGUEZ RIVERO ( cultura-Ed impresa del 26/11/2008
Via Noticias de Segorbe al día: Homenajean en París al fundador de la Librería Española, Antonio Soriano
jueves 27 de noviembre de 2008
Via LaRegion Internacional : Articulo de María Luisa Gaspar - París - 28-11-2008
Via Extremadura CÁCERES, 27 Nov. : Homenaje al librero Antonio Soriano y Via Terra
Via Levante-EMV.com : París homenajea al valenciano que fundó la librería de los republicanos



Juan Goytisolo : Antonio Soriano y la Librería Española de París

La Librería Española de Antonio Soriano del 72 de la Rue de Seine, fue durante décadas el punto de cita obligado de todos los exiliados españoles del 39 y los viajeros de la Península de paso por París: desterrados y visitantes ávidos de lecturas vedadas por el franquismo nos reuníamos en ella como en un café. La simpatía acogedora de Soriano invitaba a la convivencia: después de comprar u hojear las novedades publicadas en Francia o las que llegaban de Iberoamérica, proseguíamos la plática en la trastienda. La lista de los asiduos sería larguísima: abarcaba dos generaciones del exilio republicano y a los primeros disidentes de los años cincuenta y protagonistas del llamado "contubernio de Múnich". Intercambiábamos allí direcciones, noticias, proyectos. La atmósfera amistosa del lugar y la generosidad de Soriano eran un elemento aglutinador de la diáspora intelectual hispana, como lo serían después las de José Martínez en la librería de Ruedo Ibérico .

Tras sufrir la dura suerte de los vencidos de 1939, Soriano inició su carrera de librero en una pequeña tienda de la Rue Mazarine, adonde fui a procurarme obras prohibidas por la censura en mi primera escapada a París en 1953. Tres años después, instalado ya en esta ciudad, trabé amistad con él y con muchos hispanistas que acudían al nuevo y más vasto local de la Rue de Seine, como Claude Couffon, Robert Marrast o Elena de la Souchère, con quienes organizaría más tarde el homenaje a Antonio Machado en Collioure en febrero de 1959.

La trastienda de la librería de Antonio Soriano era un fértil semillero de ideas, iniciativas y plataformas de discusión literaria y política. Recuerdo las tertulias que a comienzos de los sesenta congregaban a Tuñón de Lara, Francisco Fernández Santos, Roberto Mesa, José Corrales Egea y a otros intelectuales opuestos al Régimen.

Acontecimientos como la Jornada de Reconciliación Nacional o la Huelga Nacional Pacífica suscitaban discusiones apasionadas y críticas amargas. Según descubrimos, el franquismo tenía la piel dura y, poco a poco, los tertulianos acabamos por resignarnos a la idea de que el dictador moriría en la cama.

Cuando compuse mi novela La resaca, de imposible publicación en España, presenté el manuscrito a Soriano y, de común acuerdo, decidimos publicarlo con el nuevo sello, creado para la circunstancia, del Club del Libro Español. Soriano imprimió una edición de 2.000 ejemplares numerados, con una bellísima encuadernación en tela y atractivas hojas de guarda que mantienen al cabo de los años toda su exquisitez. Si no mi mejor novela -ni mucho menos-, La resaca es sin duda la mejor editada e impresa. Una presentación informal en la trastienda de la librería reunió en ella a todos los intelectuales y escritores del entorno parisiense. La prensa española ignoró el hecho y no se desató sino dos años más tarde contra aquella "seudoliteratura" considerada como una "nueva forma de delincuencia".

Animado por el éxito de estima de la empresa, Soriano publicó después en rústica, primero La Chanca, mi relato-reportaje sobre el bellísimo y miserable barrio almeriense genialmente captado por la cámara de Pérez Siquier, y luego Pueblo en marcha, fruto de mi viaje a la Cuba revolucionaria en diciembre de 1961.

Tras Argentina y México, París fue a su vez, gracias a Antonio Soriano, mi tercera patria editorial. De allí, mis libros se colaban de matute en España y eran distribuidos a escondidas por las principales librerías progres de la Península. Las cartas que recibí de algunos lectores daban fe de ello. Varias veces, en estos últimos años, con motivo de alguna lectura o conferencia, topo con desconocidos que conservan un ejemplar de aquellas ediciones del Club del Libro Español como algo valioso y raro.

Soriano fue un exiliado que, para emplear la fórmula de Malraux, supo transformar su destino en conciencia. En vez de detener su reloj en 1939 como muchos de nuestros compatriotas y encerrarse en la añoranza del sueño brutalmente deshecho por la fuerza de las armas, supo forjarse un ámbito propio desde el que transfirió la lucha al campo de la cultura.

Rescatar la tradición republicana, acoger las voces disidentes que brotaban del erial franquista, era una forma de resistencia similar a la creada por el exilio en México. La Librería Española de la Rue de Seine atraía así, como un imán, la visita de los autores entonces dispersos por las dos orillas del Atlántico: Bergamín, Max Aub, Francisco Ayala, Vicente Lloréns y un largo etcétera. Su local fue nuestro Deux Magots.

La vida de Soriano constituye un magnífico ejemplo de dedicación a la dura labor de rescate de los restos de la herencia democrática solapada por el franquismo. Antonio no buscó un acomodo fácil a las circunstancias del momento y supo mantener a lo largo de las diferentes etapas históricas en las que le tocó vivir una independencia y honestidad ejemplares. Su desaparición es una gran pérdida no sólo para cuantos le conocimos, sino también para quienes los valores éticos y políticos de la causa republicana siguen vivos y merecen por tanto ser defendidos contra el oportunismo y apaño reinante.¨

Via: El Pais 12/12/2005

Karla Suarez "Et Paris pleure une pluie fine ..." Réquiem pour Antonio Soriano

LUNDI
Paris s’est réveillé sous un ciel couvert, et j’ai dans l’idéeque la ville n’avait pas le cœur à rire, car ce matin, au cimetière du Père-Lachaise, on a incinéré Antonio Soriano, un grand intellectuel espagnol à qui cette ville avait offert l’hospitalité il y a des années. Soriano a été le fondateur de la fameuse Librairie Espagnole de Paris, devenue un point de rencontre d’intellectuels de l’exil espagnol d’abord, et ensuite des lettres hispano-américaines. Tout le monde est passé par ce lieu et cet angle de la rue de Seine rejoint l’imaginaire d’un Paris dont nous rêvions tous. Il y a un petit moment que la librairie a été transférée rue Littré, où la famille Soriano entretient le même esprit. Ce matin, au Père-Lachaise, tout le monde était là, il y a eu des lectures et des interventions, et à la fin Paris s’est mis à pleurer une pluie fine, tout simplement parce que l’on regrette le départ des gens qu’on aime. Mais Antonio Soriano restera toujours dans le cœur des rues.

Extrait de « Dans Mon Journal »
Libération Samedi 5 et Dimanche 6 novembre 2005

«Vaig arribar a París amb una maleta plena de llibres i les mans a les butxaques»

Entrevista a Antoni Soriano por Lourdes Toledo
(el catalàn se puede traducir con google translation)

"Sempre m'he considerat un "guerriller de la impremta". Donaria qualsevol cosa pels llibres"

Antonio Soriano (Sogorb, 1913), fundador de la Librairie Espagnole de París, va tenir un paper decisiu en el món cultural de l'exili republicà. Lletres Valencianes que va encetar en el número anterior, per poder conversar amb aquest llibreter, quasi nonagenari, que ha consagrat la seua vida a «la República de les Lletres».

Antonio Soriano tenia 26 anys en 1939, quan començà la travessia de l'exili, d'on tornà, de visita, 50 anys després. A França va conèixer els camps de concentració, on recorda que llegia els periòdics als companys refugiats analfabets. Finalment, fugint de la invasió nazi, arribà a Toulouse, ville de l'exile, on la seua passió pels llibres va prendre forma. Allà naixeria l'empresari llibreter i agitador cultural Antonio Soriano, Monsieur Soriano -com se'l coneix a París- per continuar més tard a París, on resideix encara avui, envoltat de llibres i dels 50 anys d'història d'una de les més llegendàries llibreteries del barri Llatí.

Els reconeixements públics vers la seua tasca i la seua persona tardarien en arribar, en 1998 va ésser anomenat fill predilecte al seu poble, Sogorb, on va assistir també a la inauguració de l'Asociación Cultural Antonio Soriano, creada per recuperar i difondre el record de tots els sogorbins que van haver d'exiliar-se al llarg del segle XX.

Des del barri parisenc de Montparnasse, als 88 anys, Antonio Soriano, es mostra versàtil, crític i somrient. A la primera pregunta respon irònic: «quants diners em costarà eixir en aquesta entrevista?». I és que aquest valencià és un empresari molt particular. Ha dut endavant un negoci de llibres a França, en l'exili, i com ell diu: «he treballat més pels meus ideals que per mi».

-Vostè duu més de seixanta anys de vida a França, en canvi, sent Sogorb com el seu poble. Com el va trobar quan el visità després de tant de temps?
Entre tots hem retornat la dignitat a Sogorb, un poble que ha sofert molt, com tants altres. Jo estic content de ser sogorbí. Abans, els de València, ens deien «segorbino pan y vino» i coses semblants. La veritat és que quan jo me'n vaig anar, allà no hi havia res, ni una sola llibreria, per no parlar de l'escola, on era impensable rebre una educació literària o de reflexió. Així anava la cosa. Avui, afortunadament, tot açò ha canviat i Sogorb és una ciutat estupenda, on l'ambient cultural que es respira és, si més no, esperançador.

-I com va ser això de marxar de Sogorb cap a Barcelona als 15 anys?
El meu germà major es preparava per a militar, a Barcelona, i jo vaig veure la possibilitat d'escapar del desig de meua mare, que des que jo era ben menut, volia que estudiara per a ser retor. A Barcelona van ésser uns dies molt intensos. Passats els primers anys, ja en plena República, vaig exercir de secretari general de l'Ateneu Enciclopèdic Popular. Allà, els joves més inquiets del moment vam crear una secció d'estudis universitaris. Érem eminentment autodidactes, amb la qual cosa teníem algunes llacunes, però allò era la sol manera, pràctica i econòmica d'educar-nos, perquè com que la gran majoria de nosaltres treballàvem, no podíem assistir a la universitat. Jo m'ocupava en aquells temps de la biblioteca de l'ateneu i sempre tenia llibres a l'abast. Aquell, sens dubte, va ser el meu primer contacte directe amb la cultura.

-Com se li va ocórrer ser llibreter i dedicar-se a l'ofici durant més de cinquanta anys?
Una vegada en l'exili, juntament amb José Salvador, un vell amic de l'ateneu, vam formar a Toulouse el Centro de Estudios Económicos Toulouse-Barcelona. Volíem donar a conèixer la cultura hispànica, organitzàvem conferències i hi convidàvem gent amb aquest propòsit. Recorde la visita de Jean Cassou i Henri Lefèvre. A més, volíem ajudar a què no es perdés la llengua catalana. Pel nostre Centre va passar, fins i tot, Pompeu Fabra. Allà estàvem tots els qui havíem estat expulsats d'Espanya per una raó o una altra. No eren temps fàcils. Des del Centro Toulouse-Barcelona intentàvem mantenir un contacte diari amb Espanya i d'ací va sorgir la idea de la Librería de Ediciones Españolas. L'inconvenient que teníem per editar llibres és que, la majoria de les vegades, aquests constituïen una calúmnia per al règim i un càstig per a nosaltres. A Espanya només podien publicar els retors, perquè era un país de militars i capellans.

-I amb quins llibres va comptar per al començament del seu negoci?
Al començament disposava d'un molt modest fons de llibres i anava a Andorra a comprar-ne més. Allà canviava exemplars de Civilización Española del Instituto Gallach per remanents anteriors a la guerra. Era un llibreter contrabandista. Paral·lelament vam començar a publicar Lee, una revista dedicada a la lectura i també una col·lecció de novel·la popular de cordell, que dirigia el meu amic Luis Solères, un francès d'origen espanyol.

-I com va passar d'aquell anar i venir de llibres a la llibreria de París?
Un dia vaig decidir donar el gran salt. Volia prosperar i vaig decidir marxar a París. No sabia ni on havia d'anar per agafar el tramvia. Venia de Tolosa amb una maleteta plena de llibres i poc més. A París vaig anar a casa d'uns familiars de Luis Buñuel on em vaig instal·lar un temps. Buñuel ja era a Mèxic, però la seua família, molt ben relacionada a París, tenia en la seua possessió els fons de la llibreria Fernández Cuesta, on es guardaven els volums de la llibreria tradicional de l'Instituto Hispánico del carrer de Gay-Lussac al barri Llatí.

-I vostè comença a treballar en aquell moment com a llibreter a la ciutat del Sena?
Els Buñuel em van proposar treballar amb ells i em van dir «de moment li pagarem poca cosa». No m'importà. Jo només desitjava treballar i aprendre com funcionava l'stock de l'Instituto Hispánico de la Sorbona, perquè d'ací eixien els programes d'estudis i publicacions de les facultats d'estudis hispànics. Vaig començar discretament, i a última hora, em van confiar la publicació dels programes de la Sorbona. Jo, és clar, coneixia abans que els altres llibreters -la competència- els continguts dels programes, la qual cosa no els agradava gens ni mica. Més tard, la família Buñuel em va proposar comprar els fons de la llibreria Fernández Cuesta i vaig acceptar. Després de moltes vicissituds, vaig trobar el local de la rue de Seine i m'hi vaig instal·lar definitivament cap a finals dels anys quaranta. Allà vaig fundar la llibreria i editorial Librairie Espagnole i vaig comprar a La Sorbona els drets exclusius de publicacions en castellà.

-En aquell moment començava vostè a treballar com a llibreter i editor a «temps complet». No hi va veure mai un repte excessiu per a un negoci incipient?
Sabia que devia i podia fer-ho. Tenia el monopoli de l'edició i venda de llibres universitaris perquè en aquell moment només hi havia quatre «xiringuitos» que venien llibres. Anys més tard arribaria a editar Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, amb les il·lustracions de Baltasar Lobo, que el conserve encara com el major tresor del món.

-La Librairie Espagnole esdevingué amb els anys un punt de trobada i combat per a intel·lectuals i artistes; allà es presentaven llibres i hi havia una tertúlia cada dilluns. Quins dies més intensos, no creu?
Sí que ho eren. La llibreria actuava com un annex de la universitat, un complement. Per allà passaven sovint Jorge Semprún i Juan Goytisolo i venien els autors dels llibres publicats en l'exili a signar exemplars. El mateix José Martínez de Ruedo Ibérico es deixava caure, de tant en tant, per la tertúlia. També ens visitaven els llibreters de l'editorial Ebro, que depenia directament del partit comunista, i no van faltar tampoc els llibres de Juan Grijalbo, amb qui he mantingut sempre una gran amistat. Era una emigració amb gran set de cultura.

- En aquella cantonada de Saint-Germain-des-Prés, tradicional barri parisenc de llibreters i bibliòfils d'arreu del món, vostè va editar en els anys seixanta obres com La Història d'Espanya de Pierre Vilar, La España del s. XIX i La España del s. XX de Manuel Tuñón de Lara, a començaments dels anys seixanta. Quins records li evoquen la publicació d'aquelles obres?
Els llibres de Tuñón, concretament el volum del s. XX, on participà Roberto Mesa, és probablement un dels llibres més importants que he editat. Vam fer un gran treball en equip de revisió i reescriptura abans de publicar-lo. Afortunadament, comptàvem també amb Pierre Vilar, que com que no era espanyol, podia ser més objectiu. Per als espanyols, l'obra de Tuñón de Lara va ser un «xoc» perquè era el primer llibre on es podia llegir la història d'Espanya amb ets i uts.

-La España del Siglo XX va ser imprés a Espanya i publicat a França. Com van fer per dur el llibre d'un país a un altre?
Va ser Dulcinea Domenech, la meua dona, l'encarregada de dur el manuscrit a Espanya. En aquell moment era perillós passar aquell tipus de llibres. A la frontera, dos duaners agafaren el llibre que contenia fotos de la Guerra Civil i altres imatges i li van demanar: «¿eso qué es señora?», i ella va respondre: «¡oh! eso son libros que están editando en Argentina, en casa de José Torres y yo corrijo las faltas». Es van quedar parats allà mirant el llibre i calibrant-ho i, finalment, van dir «Tuñón de Lara, de Lara... ¡Ah! es un noble, pues no puede ser que escriba nada contra Franco».

Via: Lletres valencianes. Revista del llibre valencià, núm 5 -Tardor 2001 - (revista de la Direcció General del Llibre i Biblioteques de la Generalitat Valenciana)

La Librería Española en París

Entrevista por Félix Santos

Abre sus puertas a la rue de Seine, en pleno Barrio Latino. A un paso de Saint-Germain-des-Prés y de la Sorbona. 6.º arrondissement, en el corazón del París cultural. Quienes padecimos los ayunos y abstinencias culturales de los ya lejanos años vividos bajo el franquismo, recordamos la Librería Española como uno de los lugares de peregrinación, como lo era la desaparecida Maspero, en nuestras acuciadas visitas a París, en las que nos surtíamos de cuanto en España estaba prohibido. Lo que probablemente no sabían los españoles que entonces acudían a la Librería Española, ni los que siguen acudiendo a ella ahora, es que se trata de una librería que tiene una larga historia que forma parte del dramático capítulo del último exilio español tras la Guerra Civil. Un capítulo dramático, ciertamente, pero en el que abundaron personas y comportamientos admirables.

«Los españoles dan los pasos de nuestro tiempo con una alegría que no se encuentra en otros sitios», dice Antonio Soriano.

En la trastienda de la librería, situada en un altillo con ventanas a la rue de Seine, he conversado largamente con su dueño, Antonio Soriano, un español que aunque lleva más de cincuenta años fuera de España, y por lo tanto ha vivido mucho más tiempo fuera que dentro, sigue sintiéndose esencialmente español. Él lo explica con palabras bellas, con una cita de Machado:
«Mi patria es la tierra que yo labro, no la tierra que yo piso».
«Y yo estoy aquí -afirma Soriano- labrando por España desde que crucé la frontera».

La conversación, ante un pequeño magnetofón que graba las palabras pero que nada puede hacer para registrar la envolvente placidez del interior de la librería en la ya plácida tarde del verano parisino, se inicia con mi requerimiento para que cuente, a grandes trazos, cómo nació la Librería Española.

Es una historia larga. Yo vine a Francia en el 39 como emigrado político. En aquel tiempo, todos los españoles que cruzamos a Francia al término de la Guerra Civil, fuimos internados en los campos de refugiados. Estuvimos en un campo nueve meses. De ahí nos sacaron para trabajar cuando comenzó la Guerra Mundial en septiembre. Francia movilizó todas las quintas. Nosotros quedamos como reserva de mano de obra. Si no hubiera habido guerra, seguramente hubiéramos seguido en los campos. A mí me mandaron a un Departamento cercano a París, Bourges, para trabajar en agricultura. Y allí estuve hasta que llegaron los alemanes. Cuando llegaron los alemanes, me largué hacia el sur, como muchos, como todos, huyendo de ellos, huyendo de la guerra. Huíamos a pie, como podíamos, por las carreteras. Así llegamos a Toulouse dos meses después. Toulouse se llenó de españoles, hasta el punto de que después se diría que era la capital de la República española.

¿Fue en Toulouse donde se inició como librero?
Llegado el momento de la liberación, hubo gente que optó por continuar la guerra en España, por hacer la guerrilla. Otros pensamos que creer que se podía terminar con el régimen con la presencia de unos cuantos guerrilleros denotaba un despiste de información. Yo opté por quedarme en Toulouse para rehacer un trabajo que permitiera tener nuestros conocimientos sobre la realidad de España a punto. Montamos un Centro de Estudios Económicos para realizar cursos sobre la economía española, la historia de España y la historia de la Guerra Civil. Hicimos también un curso para poner al día la lengua catalana, perseguida en los primeros tiempos del franquismo. Vino el propio Fabra a nuestro centro e inauguró la primera lección.
Vista la pluralidad de tendencias entre los españoles, abrimos la tribuna a todos en un ciclo sobre «El camino de la liberación». Intervino un libertario, un comunista, un socialista, un catalán..., yo conservo todavía la publicación de esas conferencias a las que acudían tres o cuatro mil personas. Se trataba de contrastar las opiniones, porque el republicano tenía una opinión, el anarquista otra, en fin, estábamos en un exilio y el exilio no había borrado los rasgos de nuestras proclividades políticas. Nosotros éramos muy jóvenes y teníamos muchas raíces de carácter político y muchos contenciosos con los viejos partidos...

¿Qué edad tenía usted en el 39?
Veinte años tenía cuando pasé la frontera. Claro, nosotros habíamos sido movilizados con nuestras quintas, porque estábamos en la zona republicana. Y al llegar aquí, vino la hecatombe de Francia también y, claro, quisimos hacer una revisión de todo nuestro pensamiento respecto a España. No teníamos noticias de lo que pasaba en España. Yo dije, mira, la única actuación que a mí me parece la más profunda, la más duradera y la más eficaz, es la revisión de nuestra mentalidad. Vamos a poner en claro eso para poder actuar. Entonces montamos en Toulouse aquel centro que quedó sometido a las presiones de entonces, que había unas pasiones feroces. Todo el mundo quería meter allí su contrabando. Aquí te meto yo mi topo. Entonces dijimos, líos no, aquí, nosotros no queremos hacer un movimiento político ni mucho menos. Entonces, transformamos aquel centro cultural en Librería Española. El mismo local de Toulouse en el que tenían lugar las conferencias, reuniones y conmemoraciones, lo transformamos en librería, y empezó a funcionar como una librería.

Imagino que con muchas dificultades económicas.
Las fronteras con España estaban cerradas, pero las universidades ya funcionaban en Francia con normalidad, año 1946. Entonces en Toulouse no había libros españoles. Qué hacíamos. Cogíamos libros franceses y nos íbamos a Andorra y allí hacíamos trueque por libros españoles. No teníamos dinero ni nada. Dábamos libros franceses y cogíamos libros españoles. Recuerdo que el librito sobre la civilización española, del Instituto Gallach, aquel librito pequeñito, que en Andorra había a miles, yo los traía a Toulouse y los vendíamos enseguida, porque era una pedagogía fundamental para cualquier persona que quisiera saber algo sobre España. Y las obras de Blasco Ibáñez, por ejemplo, las compraban enseguida, porque en Francia venía en los programas de los liceos y universidades.

¿Cuándo trasladó la librería a París?
En el 47, Cassou y toda la gente que conocíamos del periodo de clandestinidad durante la Guerra Mundial, toda la gente que, como nosotros, había huido de París al entrar los alemanes y se había establecido en el sur de Francia, regresaron a París. Y yo me dije, pues yo no me quedo en Toulouse. Mi socio se quedó y yo me trasladé a París con las manos en los bolsillos y un maleta llena de libros.

A la ventura
Yo estaba loco en aquel tiempo seguramente. Pero fue una aventura extraordinaria. Llegué a París y fui acogido en la casa de la familia de Buñuel. Buñuel estaba casado con una francesa, Ricarde, y vivían en una calle de aquí al lado, la rue Mazarine. La cuñada de Buñuel había sido secretaria de la Librería Española de siempre, de la rue de Lussac, Sánchez Cuesta, de la Llave, los libreros de siempre que surtían de libros a la Sorbona que está enfrente. Yo me metí en casa de Buñuel, en un primer piso donde me dejaron una habitación pequeñita. Yo sólo tenía entonces un carnet de estudiante. No tenía dinero, ni tenía nada. Para comer nos íbamos a comer a un cuartel de las afueras de París. Pero me lancé como loco a trabajar con los libros y, poco a poco, y debido también a que De Gaulle hizo que el español ocupara en la enseñanza francesa el lugar que había venido ocupando el alemán, empecé a comprar y vender libros. Los traíamos de América, de México, de Chile, de Buenos Aires, y se vendían enseguida. La librería poquito a poco fue subiendo hasta que un día tuve ya posibilidades de alquilar ya por mi cuenta un local en la rue Mazarine. Allí hice un poco de dinero que me permitió al cabo de un año trasladarme aquí, a la rue de Seine, en el año 48.

“Para hacer estas cosas hay que ser un poco Quijote”

Tanto tiempo viviendo en París,
¿eso le hace sentirse más parisino que español?
Hay una frase de Machado que yo he recogido en mi libro, que dice:
«Mi patria es la tierra que yo labro, no la tierra que yo piso». Yo estoy aquí labrando por España desde que pasé la frontera.
España es mi Patria porque es mi cultura, porque es mi vocación, ¿comprende? Tengo dos hijos que han nacido aquí, pero se sienten más españoles que franceses. Nosotros no tenemos problemas de esta índole. Cuando usted posee la cultura no hay dilema. Un afrancesado, ¿qué quiere decir afrancesado? Cuando yo voy a España me dicen que yo hablo mejor el español que muchos españoles. Y mis hijos hablan el español tan bien como yo. Yo vivo lo español al día. Yo leo la prensa española diariamente. Leo La Vanguardia, el ABC, El País, todo lo que cae en mis manos. Y estoy al corriente de todo lo que se crea desde el punto de vista editorial no solamente en España, también en América Latina. Porque nosotros fuimos los proveedores de toda la cultura española que se producía hace años en Buenos Aires y en México y en Chile. Somos una isla hispana en París. Aquí hemos funcionado siempre junto a España y junto a América Latina.

Y por esta isla habrán pasado muchos españoles y latinoamericanos a lo largo de todos estos años.
La librería ha funcionado como un centro de documentación para facilitar los estudios hispánicos en Francia. Tenemos una gran vinculación con los hispanistas franceses, que son gente que quieren a España tanto como los españoles. Por ejemplo, yo he editado dos o tres cosas de Marcel Bataillon. Venía a menudo a verme aquí. Y he visitado a Sarrail, he tenido amistad con Cassou.
Para mí, mi Patria ha sido también esta gente, porque eran los hispanistas que se interesaban por lo que era para mí lo fundamental de nuestra manera de ser, la cultura.
No es la biología lo que hace la Patria sino que es la mentalidad y la cultura. Y, claro, alrededor de la librería siempre ha habido la simpatía del exilio.

De la fortísima emigración económica de los años sesenta, que salieron de España en condiciones culturales muy endebles,
¿en qué medida ese tipo de emigrante se ha acercado a la Librería Española?
Son los hijos de esa emigración los que se han acercado aquí. Los padres no eran muy ilustrados. Veo mucha gente, jóvenes, que vienen de las escuelas que tienen aquí los españoles a buscar libros de Lengua Española, textos de enseñanza, gramáticas, métodos y cosas así. Pero yo no he tenido mucha relación con esos emigrados porque, claro, no se puede improvisar la cultura. Para la cultura hay que tener tiempo de ocio. La emigración económica de esos años vino aquí en condiciones muy duras.

Usted también es editor
Empecé mi actividad editorial lanzando la Historia de España de Pierre Vilar, y seguí con toda una serie de textos históricos. Yo sentí como todo el mundo esa especie de falta de lógica en la historia divulgada en aquellos años en España. Eso me llevó a aportar otro tipo de textos. Así edité la Historia del siglo XIX de Tuñón de Lara, y más tarde, la del XX, y además publiqué las memorias de Zugazagoitia. Yo viajé a México para encontrarme con el hijo de Zuga. La última carta que escribió Zugazagoitia desde el penal la dirigió a su hijo. Durante la Guerra Civil Zugazagoitia era corresponsal de La Nación de Buenos Aires. Enviaba crónicas con las que editaron en Buenos Aires un tomo de La guerra de España. A partir de ese manuscrito, pero añadiéndole lo que me dio su familia, un buen número de anotaciones, yo edité el año 1968, prologada por Roberto Mesa, la obra Guerra y vicisitudes de los españoles. El cambio de título fue convenido con la familia de Zuga, porque el título de «historia...» creíamos que no correspondía al contenido de la obra. Hicimos cinco ediciones.

Para Antonio Soriano lo que define la patria es la mentalidad y la cultura.

Para terminar, quiero preguntarle ahora que se habla tanto del auge de la xenofobia en algunos países europeos, Francia entre ellos, si percibe sentimientos de xenofobia o discriminaciones hacia los españoles que residen en Francia.
Aquí no hay problema. Por lo que a mí se refiere yo nunca me he sentido discriminado. El francés, si tú empiezas por respetar su forma de ser, que no es como la nuestra, él te respeta. Yo tengo aquí amigos estupendos. La gente que viene a la librería tiene adoración por España y los españoles que vienen están aquí como en su casa. Ahora, si usted va a pedirles algo a título de mendicidad y todo eso, entonces la cosa cambia porque aquí son muy agarrados. Los españoles somos muy generosos. Éste es un país que está más rodado. Ya saben que la generosidad no conduce a ninguna parte. Están de vuelta de eso.

¿Considera a los españoles más inexpertos que a los franceses?
En general, no. A mí lo que me encanta del español es que es el hombre de más ilusiones del mundo. España es el país con más perspectivas. Es fantástico. Somos un país joven, optimista. Los españoles dan los pasos de nuestro tiempo con una alegría que no se encuentra en otros sitios. Aquí, la gente se encierra para hacer esto o lo otro. España es un país que tiene una experiencia muy dura, pero esta experiencia le ha dado una serenidad para saber lo que no hay que hacer y lo que se puede hacer. Yo creo que el español está hoy en una buena escuela, porque sabe que se puede hacer todo menos volver a las querellas intestinas, a los enfrentamientos, a la miseria moral y económica.

José Luis Morro Casas : Antonio Soriano, Hijo Predilecto de Segorbe

Antonio Soriano (derecha) en la puerta de la casa donde nació y José Luis Morro (izquierda)

 Muy pocos de los millones de lectores que han leído esa entrañable obra antológica de Pierre Vilar, Historia de España, saben que detrás de ella, además del propio autor intelectual, se encontraba, como soporte material y moral, un segorbino cabal, demócrata y antifranquista hasta la médula, Antonio Soriano.
Mucho podríamos contar de este personaje, cuyas andanzas en el mundo del exilio español llenarían numerosas páginas con hechos de gran interés para la cultura española contemporánea.
Nacido en la calle Arrabal de Segorbe (Castellón), desde muy joven demostró una tendencia clara hacia el mundo cultural.
Tras la dureza y las múltiples vicisitudes de exiliado durante los años 40 y 50, Antonio Soriano, creador y alma de la Librería Española, la convierte a principios de los años sesenta en una verdadera Embajada Cultural a la que acudían no sólo los residentes en Francia, sino también los emplazados al otro lado del mar, como Juan Marichal desde Estados Unidos, Serrano Plaja desde Chile, Max Aub desde México... Era también de obligado cumplimiento la visita de escritores hispanoamericanos: Julio Cortázar, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez... ¡cuántos más! Pero no sólo exiliados. Constantemente acudían a la librería muchos españoles que habían conseguido salir del país para adquirir aquellos libros prohibidos por una ciega censura. Hasta allí llegó el grupo al que le fue prohibida la entrada en España cuando finalizó el Congreso de Munich. Soriano los acogió organizando tertulias días y noches enteras; estaban Ridruejo, Vicent Ventura... Como él mismo señala: «... yo he trabajado más por la patria, que por mi cuenta».

Los lunes realizaba tertulias para los españoles del interior, de las que eran asiduos Roberto Mesa y Miguel Salabert, quien escribiera El Exilio Interior. Es en esta época de mediados de los sesenta, cuando comienzan a llegar a la librería jóvenes españoles que realizaban viajes de fin de curso llevando listas de libros inexistentes en España. Soriano aprovechaba esta circunstancia para hablar mal de Franco.
Quizá uno de los hispanistas que mejor describe a la librería y a su dueño sea Bernard Sesé: «... lugar de acogida, de amistad, de reuniones literarias, de consejos a los estudiantes, de animación constante de la vida cultural hispánica, gran lugar de convivencia a la española, la Librería de la Rue de Seine formaba parte [...] del paisaje familiar de todos aquellos que aman a España, que aprenden su lengua o la enseñan...».
Cuando muere el dictador Soriano vuelve a España, a Barcelona. Y, como no podía ser de otro modo, se aproximó al pueblo que le vio nacer, Segorbe, en el que aún residía parte de su familia y algunos amigos de juventud. En 1993 se encontró con la sorpresa de que la población había comprado a la familia, tras largos esfuerzos, el archivo de uno de sus mejores amigos, Max Aub. Existen muchos paralelismos en las vidas de Soriano y Aub, los dos sufrieron el exilio y pasaron por campos de internamiento, fueron portadores de tinetas de excrementos. Los dos fueron autodidactas, aprendiendo de la vida misma; a ambos les fascinaba la obra impresa, tuvieron amigos comunes, llevaban a España en el corazón, nunca fueron anti-nada, como buenos machadianos. Se conocieron en París, donde nació Aub, Soriano en Segorbe, donde reside la memoria de Aub...
En 1994 Soriano recibía el Premio León Felipe, pero el 14 de febrero de 1996 permanecerá para siempre en su corazón. En esta fecha el embajador de España en Francia, señor Máximo Cajal, le impuso la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, otorgada por el último Gobierno socialista. Y de nuevo vuelve febrero a encontrarse con Soriano; en 1998, el 17 de este mes, vuelve a España, a Barcelona, para participar en un Seminario Internacional sobre «Cultura y Literatura del Exilio Español de 1939 en Francia», organizado por la Universidad Autónoma. Allí pudo escuchar una ponencia sobre él con el título «Antonio Soriano: los libros, su vida», por la que tuvo noticia de que en Segorbe, su ciudad natal, se iba a constituir una Asociación Cultural con su nombre. Pero su sorpresa fue mayor cuando, cuatro días después, al llegar a esta población, supo que la portavoz socialista en el Ayuntamiento, señora Olga Raro, había comunicado la intención de su grupo proponerle como Hijo Predilecto. El Ayuntamiento, en sesión celebrada el 7 de abril, aprobó por unanimidad el nombramiento de Hijo Predilecto de Segorbe a este ciudadano del mundo. Por fin Antonio Soriano era profeta en su tierra.
José Luis Morro Casas

2003 Jose Luis Morro Casas Campo de Vernet Arriège prolg. Maximo Cajal Lopez Col Memoria Viva


Legado de Antonio Soriano a Segorbe

La catalogación de la biblioteca debe concluir en junio de 2009 para valorar las obras


Desde Segorbe por Chelo Torrejon 29/10/08



Mientras el movimiento de recuperación de la memoria histórica es un fenómeno relativamente nuevo en España, la lucha por reunir y dignificar los nombres más importantes del exilio español es una vieja batalla de la ciudad de Segorbe, que ya lleva más de una década intentando conseguir el legado personal del fallecido Antonio Soriano Mort, propietario de la conocida Librería Española en París.La consecución del legado daría a Segorbe una nueva joya que ofrecer a los investigadores y estudiosos del exilio español, a la vez que ampliaría la propiedad de sus amplios fondos documentales referidos al tema depositados en la Fundación Max Aub.La llegada a la ciudad del legado de Antonio Soriano, nacido en Segorbe en el año 1913, es cada vez una realidad más cercana, dado que actualmente la biblioteca y epistolario personal del librero están siendo catalogados por su propia hija, Sonia Soriano y el investigador francés, Gérard Malgat.Proceso de catalogación El proceso de catalogación del legado de Antonio Soriano está subvencionado por el Ayuntamiento de Segorbe con una beca de 6.000 euros. "La catalogación de los fondos comenzó el pasado mes de junio y deberá finalizar en el mismo mes del próximo año 2009, aunque en diciembre los investigadores darán una primera valoración de lo que creen que hay ", según explicó a LAS PROVINCIAS de Castellón, el concejal de cultura, Francisco Tortajada.A partir de ahí, el Ayuntamiento de Segorbe decidirá que material es el que realmente desea traer a la ciudad, dado que "sabemos que hay fotografías, conferencias, recortes de prensa y correspondencia que mantuvo con escritores y políticos en el exilio, pero en su biblioteca también hay libros y colecciones que a lo mejor nos interesan", matiza el concejal.El propio Antonio Soriano expresó públicamente su deseo de donar su legado personal a la ciudad que le vio nacer, cuando en el año 1998 el Ayuntamiento de Segorbe le concedió el titulo de Hijo Predilecto, apenas tres años después de que el Gobierno Español le concediera la Encomienda de la Orden al Mérito Civil.La voluntad y deseo del librero fueron ratificados por su familia, cuando ésta regresó al municipio a finales del año 2005 para enterrar sus cenizas en el Cementerio Municipal.Protocolo de colaboración Un año después el Ayuntamiento de Segorbe y la familia Soriano Domench firmaron un protocolo de colaboración para traer el legado a la capital del Palancia. Además, el alcalde de la localidad, Rafael Calvo, se comprometió entonces a crear una sección especial con su nombre en el Archivo Municipal.Cabe recordar que fue en 2006 cuando se firmó el acuerdo por el que la familia donará al Ayuntamiento el citado archivo y obliga al gobierno local a catalogar, contratar personal y acondicionar las instalaciones para que los documentos puedan ser consultados. La familia de Soriano declaró, cuando las cenizas del segorbino llegaron al municipio, que su voluntad es que "los fondos estén disponibles y sean accesibles para los estudiantes, investigadores y pueblo en general".Cuando la biblioteca personal del librero llegue a la ciudad Segorbe, los legados de Antonio Soriano y Max Aub, que fueron coetáneos y grandes amigos, se reencontrarán en este municipio castellonense tras la muerte para volver a estar juntos.Soriano, con apenas una maleta de libros a sus espaldas, los sueños truncados y las inciertas esperanzas del exilio llegó a la capital francesa de la posguerra para ser ayudado por otro ilustre exiliado español, Luis Buñuel. Posteriormente, Antonio Soriano abrió en París la conocida Librería Española, que en poco tiempo se convirtió en el más importante punto de reunión de los más destacados escritores, pensadores y políticos del exilio francés de la posguerra.

Via: lasprovincias.es

Antonio Soriano, librero español a orillas del Sena

Por Isabel Munera
Viernes 28/10/2005

PARÍS.- Mientras París vivía su primavera revolucionaria, en España la libertad de expresión continuaba amordazada. Ávidos de cultura, cientos de españoles cruzaban la frontera para acercarse hasta la librería de Antonio Soriano —fallecido el 24 de octubre a los 92 años— en la capital francesa y comprar libros como los que publicaban la editorial Ruedo Ibérico, prohibidos por la censura franquista.

Figura clave del exilio español y antifranquista convencido, el fundador de la Librería Española nació en un hogar donde se respiraba cultura. Su padre, restaurador, y su madre, ama de casa, enseñaron a Soriano, desde pequeño, a disfrutar del mundo mágico de los libros.

Pero sus sueños, como los de otros muchos españoles, quedaron atrapados en el conflicto civil, que sorprendió al joven Soriano desempeñando su trabajo como bibliotecario del Ateneo Enciclopédico de Barcelona.

Sin dudarlo, e imbuido de los valores republicanos, se enroló en el bando popular y prestó sus servicios en la Oficina de Educación al Soldado. El avance de las tropas franquistas lo condujo en enero de 1939, como miles de españoles, al exilio. Durante nueve meses, conoció las penurias de los campos de concentración franceses, una experiencia que narraría años después en Exodos, un libro fundamental para conocer el exilio republicano en Francia.

Con el inicio de la II Guerra Mundial y la invasión del país vecino por los alemanes, el joven Soriano decidió abandonar París y refugiarse en el Sur, en la localidad de Toulouse. Es en esta ciudad, considerada durante años la capital de la República en el exilio, donde Antonio Soriano montó un centro cultural para mantener vivo el espíritu republicano.

Pero pronto este local donde se celebraban conferencias, reuniones y tertulias de asuntos muy diversos se transformó en una librería. "Las fronteras con España estaban cerradas y en Toulouse no había libros españoles. Para conseguirlos, me iba a Andorra con libros franceses y los cambiaba por otros españoles", comentaba hace unos años Antonio Soriano en una entrevista.

Con la liberación de Francia, el fundador de la Librería Española decidió regresar a París con "las manos en los bolsillos y una maleta llena de libros como equipaje". Buñuel lo acogió en su casa y Soriano continuó vendiendo libros en tenderetes improvisados en la calle.

Aquellos primeros tiempos en París fueron difíciles para Soriano que, poco a poco, consiguió el dinero necesario para alquilar un local primero en la calle de Mazarine y, más tarde, en el número 72 de la calle de Seine, en el año 1948. "Para hacer estas cosas hay que ser un poco Quijote", comentaba entre risas Soriano hace unos años.

Aquella isla hispana en París, en el corazón del Barrio Latino, pronto se convertió en un bullicioso centro cultural. Escritores como Camus, pintores como Picasso, poetas como Alberti y cineastas como Buñuel fueron asiduos visitantes de esta embajada de la literatura española en la capital francesa. Hasta el número 72 de la calle de Seine también se acercaban exiliados y escritores latinoamericanos en sus viajes a Europa.

Hace tan sólo un año, los lectores tuvieron que despedirse del local que durante tanto tiempo fue su refugio. La Librería Española iniciaba su particular exilio. El alza de los precios inmobiliarios en el Barrio Latino obligó a la familia Soriano a colgar el cartel de traspaso. Sus hijos, herederos del negocio, no tuvieron el valor suficiente para decirle a su padre que el local tenía un nuevo dueño. Temían que su avanzada edad no resistiera este duro golpe.

Antonio Soriano nunca supo que la emblemática esquina se había convertido en una lujosa tienda de decoración, donde ahora permanecen dormidos muchos recuerdos. Pero seguro que estaría tranquilo si supiera que el espíritu que le impulsó un día a ser librero continúa vivo en cada uno de los libros que ahora descansan plácidamente en las estanterías de la nueva librería de la calle de Littre.

Antonio Soriano, editor y librero, nació en Segorbe (Castellón) en 1913 y falleció el 24 de octubre de 2005 en París

Via : elmundo.es